Los componentes de ordenador y los dispositivos son cada vez más pequeños, como la cámara del tamaño de un grano de sal; por tanto, la necesidad de disponer también de baterías pequeñas, pero con buena capacidad, para éstos, es importante. No obstante, la miniaturización de baterías es algo complicado, ya que la cantidad de carga suele ser directamente proporcional a su tamaño. Sin embargo, un equipo de científicos de la Universidad Tecnológica de Chemnitz (Alemania), también ha logrado crear una batería del tamaño de un grano de sal, mediante un diseño inspirado en el popular pastel de rollo suizo y que está pensada para ser introducida dentro del cuerpo humano, tal y como explican en su publicación en la revista Advanced Energy Materials.
El objetivo del equipo de científicos era diseñar una batería significativamente menor a un milímetro cuadrado e integrable en un microchip. Para lograr esto, los expertos usaron una técnica de pliegues conocida como micro origami: los pliegues dan mayor superficie, resistencia y potencia manteniendo el tamaño; la cual está inspirada en el rollo suizo: un pastel cilíndrico y enrollado que lleva mermelada en su interior. En vez de ingredientes de repostería, los científicos dispusieron colectores de corriente y tiras de electrodos, hechas de materiales poliméricos, metálicos y dieléctricos, sobre una superficie de oblea tensada en su interior.
Al disponer las capas individuales, cuando incide la corriente, la tensión se libera y los materiales retroceden, adoptando, al enrollarse, la misma estructura que un pastel de rollo suizo.
Así pues, la batería del tamaño de un grano de sal que obtuvieron, se trata de una microbatería recargable que puede alimentar microchips minúsculos durante unas diez horas, ya que tiene una carga de 100 microvatios hora por centímetro cuadrado.
En cuanto a sus aplicaciones, esta batería del tamaño de un grano de sal está pensada para alimentar biosensores que se van a introducir en el cuerpo humano, los cuales podrán viajar por la sangre hasta un órgano infectado o dañado, y aplicar directamente en él una medicina o un tratamiento; medir los niveles de oxígeno en los tejidos, monitorizar la recuperación de cirugías, evaluar el estado de los huesos, etc.; pero también puede formar parte de sensores nanoeléctricos del Internet de las Cosas, sistemas microbóticos, circuitos eléctricos o electrónica ultra flexible.
Los expertos estiman que el uso de chips y sensores dentro del cuerpo humano va a experimentar un auge dentro de unos años.
“Nuestros resultados muestran un rendimiento de almacenamiento de energía alentador en la escala submilimétrica, pero todavía hay un gran potencial de optimización para esta tecnología, y podemos esperar microbaterías mucho más potentes en el futuro”, dijo el profesor Oliver Schmidt, responsable de la integración.
Ahora el investigador Schmidt y su equipo están buscando la forma de aumentar la carga de la batería, sin aumentar su tamaño.
Fuentes: Computer Hoy, Business Insider y La Razón